Betances y la epidemia del cólera en Mayagüez

Betances y la epidemia del cólera en MayagüezSi hemos de creer la aseveración del Dr. Francisco X. Veray de que Betances es uno de los “fundadores de la medicina académica puertorriqueña”, forzoso es apuntar que la epidemia de cólera de 1855 a 1856 fue el laboratorio donde se forjó el gran médico. En abril de 1856 convalidó Betances su título en Puerto Rico y ya para agosto 5 lo hallamos trabajando de lleno contra la peligrosa enfermedad. Iniciada su práctica en mayo, el joven galeno contaba apenas con tres meses de experiencia para afrontar tan ardua tarea.

Justo es señalar que es durante este período (1856-1859) que se teje el perfil romántico y de héroe de pueblo de Betances. En estos breves apuntes trataremos de señalar la presencia histórica real de Betances en este trágico episodio.

La campaña contra el cólera en Mayagüez fue coordinada desde el Ayuntamiento por uno de esos héroes anónimos que raras veces figura en los libros de historia. Fue el Regidor José Antonio Ruiz Gandía, originario de Aguada y de distinguido linaje, padre de Segundo, Antonio y Mariano Ruiz, quien elaboró con José Francisco Basora y el propio Betances las prevenciones necesarias.

Betances y la epidemia del cólera en MayagüezA principios de agosto de 1856, Ruiz informó la presencia del cólera en Naguabo, al este de la Isla, y consiguió el 3 de agosto, se autorizara tomar fondos del erario para cubrir las erogaciones de los auxilios a los invadidos, cantidades que se cubrirían con un reintegro basado en la cuota individual de cada vecino. Fue Ruiz el individuo comisionado para visitar las boticas y percatarse estuviesen bien surtidas de medicinas.

Para cumplir con esta tarea, Ruiz Gandía tuvo que laborar en estrecha relación con los dos oficiales médicos del Ayuntamiento: José Francisco Basora, médico titular, y Ramón Emeterio Betances, cirujano de sanidad con carácter interino. Establecida la debida comunicación, fueron los médicos los que se ocuparon de diseñar un plan de prevención dado el caso de que el mismo 5 de agosto “diez casos de colerina muy graves” habían sido detectados en la comunidad. Betances y Basora recomendaron se dividiese la población en dos trazos o áreas. El norte le competiría a Basora y el sur a Betances.

El principio de higiene, difundido por la Gaceta, tanto de ranchos de esclavos y habitaciones como de consumos, fue defendido ampliamente por los médicos. Sin embargo, el profundo compromiso de Betances con los desposeídos produjo roces y quejas ya que, de acuerdo con el Jefe de la Guarnición de Mayagüez, el caborrojeño no ponía suficiente interés en velar por la salud de los militares acuartelados en la Villa. La cantidad de víctimas en agosto y septiembre (alrededor de 1,500 personas), nos habla del cúmulo de trabajo que tuvieron que desplegar ambos médicos durante la epidemia.

El levantamiento de una contribución mensual para hospitales de coléricos, de una relación de voluntarios y la creación de cementerios provisionales fueron también medidas que sirvieron para disminuir los efectos nocivos de la colerina.

La epidemia debió dramatizar ante los ojos de Betances la injusta situación de pobreza y coloniaje en que vivía la Isla. En este sentido, la imagen del Padre de la Patria Puertorriqueña, la leyenda del médico que fatigaba cinco caballos, la figura del doctor de los pobres y del defensor de los negros, se forjan con esta experiencia en donde el caborrojeño demostró su hombría de bien y, fuera de toda duda, sus incuestionables capacidades como científico.

Betances nació en Cabo Rojo el 8 de abril de 1827 y murió en Francia el 16 de septiembre de 1898.


Mario R. Cancel-Sepulveda, es historiador y escritor. Este artículo fue publicado en Revista / Review Interamericana.