Orígenes mayagüezanos

Orígenes mayagüezanosLa ciudad de Mayagüez constituye el núcleo de población más importante del Oeste de Puerto Rico. Su formación fue el resultado de un largo e inicialmente lento proceso de asentamiento, y el entrecruzamiento de los diversos grupos de inmigrantes que llegaron o fueron traídos en distintas épocas, no muy lejanas, al litoral mayagüezano; verdadero vértice de convergencias étnicas, entre los originales pobladores indígenas, los europeos que llegaron después y los africanos que fueron traídos por éstos.

Muchas de las más importantes oleadas migratorias las a tierras que hoy integran la jurisdicción municipal mayagüezana, tuvieron lugar siglos antes de la fundación formal del pueblo.

Los indios, amerindios o indoamericanos, raza mongoloide de lejana procedencia asiática, habían llegado a Puerto Rico siglos antes que los europeos. Unos, los siboneyes eran primitivos pescadores, de cultura arcaica. Venían de la península de Biminí (Florida). Otros, los aruacos, eran agricultores y procedían de la región amazónica y de la cuenca del Orinoco. A Puerto Rico llegó su cultura en oleadas sucesivas, primero en su fase igneri, luego en taína y finalmente en sus fases ciguaya y caribe. Entonces llegaron los europeos, de Castilla, Andalucía, Cataluña, Génova, Extremadura o Canarias, quienes, a su vez, trajeron a los africanos que compraban a los tratantes portugueses.

En las distintas crónicas e historias que nos hablan de los orígenes de Mayagüez, se alude al año de 1760 como la fecha de la fundación formal del pueblo, conforme a las Leyes de Indias y demás estatutos de la época, ya que fue en ese año cuando se hicieron los trámites y el expedienteo de las fianzas requeridas, la mensura y el deslinde de los ejidos y de las dehesas de su jurisdicción, pero lo cierto es que el poblado de Mayagüez existía ya desde hacía dos siglos.

La realidad es que lo de 1760, no se trató de un comienzo, sino del reconocimiento oficial de un hecho y del otorgamiento formal de status oficial, como pueblo, a un poblado que ya existía con mucha anterioridad a esa fecha, quizás primero, como una aldea indígena y luego, durante doscientos años, como un asentamiento ribereño cristiano, de acentuado carácter portuario. Veamos:

Don Adolfo de Hostos, Historiador Oficial de Puerto Rico, concluyó en 1934 que todavía, a esa fecha, no era posible fijar con exactitud el sitio del anclaje en Puerto Rico de la flota descubridora de Colón, aunque, por raciocinio, basado en datos geográficos, hidrográficos, históricos y de navegación, podía concluirse que dicho lugar estuvo situado en algún paraje de la costa Oeste de Puerto Rico, comprendido entre la Punta Jiguero (El extremo nor-occidental de la ensenada de Rincón) y la Punta Algarrobo (El extremo septentrional de la ensenada de Mayagüez).

Orígenes mayagüezanosDespués de cuatro años más de prolongada búsqueda de corroboraciones históricas y de nuevas fuentes de información sobre el asunto, en 1938, el mismo don Adolfo de Hostos, y en su calidad de Historiador Oficial de Puerto Rico, expresó que, aún cuando todavía distaba mucho el momento en que pudiese hacer afirmaciones terminantes sobre el particular, y aún cuando el tema seguiría siendo un tema de controversia, pues el problema histórico en cuestión continuaba irresoluto, la evidencia histórica se inclinaba decididamente a favor de la bahía de Añasco (gran parte de cuyo litoral es mayagüezano y la cual comprende la ensenada de Mayagüez) como probable lugar del fondeadero de las naves de Colón.

Declaró don Adolfo de Hostos, que en julio de 1938 él había comprobado personalmente la existencia del sitio que ocupó un poblado o yucayeque indígena en las inmediaciones de la desembocadura del río Goaorabo situado en un cañaveral de la South Puerto Rican Sugar Company en el área conocida por el nombre de Machuca, al Oeste de los edificios de la Central Igualdad, (Cerca de la fábrica de Abonos Súper A), todo ello en plena jurisdicción mayagüezana, y que su conchero cubría un área pequeña, tal como la que sería cubierta por el conchero de un poblado de diez o doce bohíos como el que vieron los españoles al fondear en el único puerto en que se detuvieron en Puerto Rico en el segundo viaje del Descubrimiento.

En la probanza de Juan González, hecha muchos años después de los hechos, se hizo constar que éste llegó con el hidalgo don Juan Ponce de León, en 1506, al puerto del Aguada, ubicado frente a la boca del río Goaorabo, que es hoy el río Grande de Añasco, la cual marca el límite Norte del litoral de Mayagüez, y cuyo puerto se ha presumido, únicamente por la coincidencia de dicha llegada, que debió haber, sido el fondeadero de la flota descubridora del Gran Almirante en 1493. Este Juan González venía con otros cien hombres, de los cuales, veinte, se dedicaron a buscar un mejor puerto por los alrededores. En ese mismo viaje llegaron el hidalgo don Luis de Añasco y un mancebo de noble condición llamado Francisco de Barrionuevo, quien habría de llegar a ser el propietario de la isla de Mona, la cual también corresponde hoy a la jurisdicción de Mayagüez.

Don Juan Ponce de León, conquistador y primer Gobernador de Puerto Rico fundó, en 1506, la villa del Higuey, cerca del río Goaorabo, que es el límite septentrional de lo que hoy es Mayagüez.

Don Juan Ponce de León volvió a la Isla el 12 de agosto de 1508 con cincuenta hombres más. Entre los integrantes de estas primeras expediciones figuraban: Don Miguel de Toro, quien había sido armado caballero por el propio Rey Don Fernando de Aragón, Juan Gil, el Capitán Luis de Almansa, el hidalgo don Diego de Lozada, Pedro López de Angulo, Martín de Guiluz, Sebastián Alonso, el mulato libre Pedro Mejía, Juan López, Diego Salcedo, Juan Casado, Juan de León, Juan Suarez, Diego de Cuéllar y Francisco de Quindos.

Entre el centenar de conquistadores que llegaron inicialmente con Juan Ponce de León entre 1508 y 1511 figuraban además capitanes con apellidos como de Salazar, intérpretes con apellidos como González y de León, Metalúrgicos con apellidos como Sedó y conquistadores apellidados de Sotomayor, de Niebla, de Espinosa, de Montero, Arias de Ávila, de Haro, Ramírez de Vargas, de Segovia, de Villalobos, de Isásaga, de Portugalete, de Alzaga, de Vedía, de Apueyo, de San Sebastián, de Merlo, Pérez de Lugo, de Córdoba, de Jerez, de Santolaya, García de Almonte, García Troche, los de Alvarado, Ramos, de Cuéllar, Guilarte, de Mata, de Mayorga, de Cazalla, Cáncer, Barrasa, Joancho, Manso, de Castro, Sánchez Alemán, de Vargas, de Villadiego, de Perdomo, etc., de los cuales una tercera parte vino de Castilla La Vieja, una cuarta parte de Andalucía, un 15% de Extremadura y el resto eran leoneses extremeños, vascos etc., y alguno que otro de Canarias, pues por ser esas islas puntos obligados de escala de las flotas que se dirigían hacia el Nuevo Mundo, siempre se agregaban a ellas algún que otro isleño. Estos vinieron luego en mayores números y, para 1536, se trasladaron a la isla cincuenta labradores con sus familias procedentes, con toda probabilidad, de Canarias y llegando estos eventualmente a constituir la fuerza colonizadora más relevante en la isla.

El 10 de julio de 1509 desembarcaron en la ciudad de Santo Domingo el Almirante y Gobernador de las Indias, don Diego Colón y su esposa la Virreina, doña María de Toledo, sobrina de los Duques de Alba, acompañados por un lucido acompañamiento de damas y caballeros de lo más selecto de la Corte, entre los cuales venía don Cristóbal de Sotomayor, noble caballero de elevada alcurnia, hijo del Conde de Camiña y quien había sido secretario del Rey Don Felipe I de Castilla. Don Cristóbal, acompañado a su vez, de su sobrino Don Luis, vino a Puerto Rico con treinta vecinos de Sevilla, quienes se establecieron en las cercanías de Guánica en enero de 1510.

Orígenes mayagüezanosEl primitivo poblado del Higuey, fundado por don Juan Ponce de León, fue destruido cuatro años más tarde de su fundación, en ese mismo año de 1510, por el Cacique Guarionex y el Cacique Aymaco durante el primer levantamiento de los indios. Entonces Don Cristóbal de Sotomayor trasladó el poblado de Tavora, que había fundado en Guayanilla, a un lugar ubicado a dos o tres leguas del río Goaorabo, al cual llamó Villa de Sotomayor, en el mismo sitio donde había estado el Higuey de Ponce de León.

Este segundo poblado de Sotomayor fue arrasado por los indios en febrero de 1511, año al cual se remonta la presencia en Puerto Rico de los primeros colonos procedentes de las Islas Canarias.

Para enero de 1513 ya se había fundado, sobre las ruinas, del segundo poblado de Sotomayor y las del Higüey, de Ponce de León, otro poblado que, por designación expresa del Virrey don Diego Colón, llevó el nombre de San Germán, en honor de doña Germana de Foix, segunda esposa del Rey de Aragón, Don Fernando el Católico, quien había enviudado de Doña Isabel de Castilla. Fue fundado este nuevo poblado en una sabana próxima a las playas, en donde desemboca el río Goaorabo, en un Aislote@ entre dos esteros. Para 1513, este poblado era virtualmente la capital de Puerto Rico, pues en ella residían el Gobernador y el Obispo. Ubicaba en terrenos lindantes con la estancia del Capitán don Luis de Añasco, por donde solía irse a las minas situadas río arriba, en la región montañosa, vadeando un estero. Fue utilizado de inmediato como puerto y lugar de recalada de los buques, razón por la cual se le denominó luego como otra aguada. Esta villa fue luego trasladada, en 1523, al cercano sitio de San Francisco, que quedaba más hacia la punta de Rincón.

La primera mención de "el Aguada" en nuestra historia, consta en documentos de 1528, que denominan así a un lugar frente a la misma desembocadura del Goaorabo, hoy Río Grande de Añasco, lo cual la ubica entre el Añasco y el Mayagüez de hoy.

En la Información General preparada el 9 de noviembre de 1530 por el Alguacil Mayor, y luego Gobernador de Puerto Rico, don Francisco Manuel Lando a petición de la Reina Regente de Castilla, Doña Isabel de Portugal, Emperatriz de Alemania, se revela la existencia, en Puerto Rico, de dos pueblos: la capital y la Villa de San Germán, la cual, a su vez, tenía dos puertos, uno de ellos frontero a la misma, llamado "el Aguada" y el otro, al Sur, nombrado Guánica, en los cuales no existía población ni se hacían contrataciones..." y que solo se utilizaban comercialmente dos puertos, la bahía de Puerto Rico y la rada de San Germán, pues el de Guánica estaba absolutamente abandonado. Lando revela que en el poblado había 298 castellanos y cincuenta y siete mujeres blancas, cincuenta de ellas nacidas en Castilla, catorce indias casadas con españoles, y seis negros de ambos sexos. Este fue el núcleo inicial del cual germinó toda la población actual del Oeste de Puerto Rico, incluyendo, por supuesto, a la de Mayagüez.

Los indios vencidos en la guerra de conquista y pacificación fueron repartidos en encomiendas a los colonos, pero todos estos, o sea los indios y los colonos, nunca fueron muchos. En todo el partido de la Villa de San Germán, que casi comprendía la tercera parte occidental de la isla, solo había entonces 1750 indios, los cuales fueron repartidos, en grupos de cincuenta, a treinta y cinco vecinos en 1511, después de sofocado el alzamiento. Al concluir la conquista, el número de indios comenzó a declinar, principalmente en razón de las enfermedades nuevas, para cuya resistencia no estaba preparado su organismo, a causa de la emigración a las islas al Suroeste de Puerto Rico, huyendo del sistema de encomiendas, hasta que fueron libertados en 1544, y a causa de la disolución de la sangre autóctona como resultado del cruce racial, primero con los castellanos y mas adelante con los negros que fueron traídos de África para sustituirlos como esclavos. Para 1514, apenas seis años después del comienzo del poblamiento de la isla por los europeos, que no eran entonces más de doscientos, el número de indios repartibles en todo Puerto Rico solo llegaba a 4000, de los cuales una tercera parte fue diezmada por el contagio de la viruela que, según se decía, procedía de los buques dedicados al incipiente comercio de esclavos africanos, pues si bien algunos de los castellanos se enfermaban, no morían de ella, aún así, los indios no desaparecieron, según se suele creer. Sus descendientes están entre nosotros.

En 1530 había en la Villa de San Germán 572 indios, 358 esclavos africanos y solamente 66 vecinos europeos. En el inventario de los que trabajaban en el vecino Ingenio de San Juan de las Palmas, en 1535 encontramos nombres de esclavos como Perico Luengo, Anton Harriero, Barbacoa, Moxicón, Francisco Fologajen, Jorgico Zape, Martín Biáfara, Mandinga, Juan Marrón, Antón Tumba, Francisco Manicongo, y nombres de esclavas como Barbola y Marica.

Los propaladores de la notoria “leyenda negra” contra España, quienes, animados quizás, por las más obvias motivaciones políticas, aún alegan y repiten hoy que doscientos castellanos exterminaron, en una sangrienta lucha supuestamente "genocida", a los treinta mil indios que se ha alegado había aquí a su llegada, olvidan que la guerra de pacificación fue corta, que los pocos combates que hubo fueron breves, y que los indios que fueron repartidos en encomiendas, como resultado de su alzamiento, quedaron completamente libres y emancipados a los treinta y seis años de comenzar la colonización, en 1544.

Orígenes mayagüezanosAl tratar de esclarecer la verdad de lo sucedido entonces, es preciso establecer paralelismos, hacer comparaciones y tener bien presente que la esclavitud negra se extendió por más de tres siglos y no acabó con éstos, y que cuando en 1778 llegaron los primeros misioneros protestantes norteamericanos a las islas de Hawaii, había en ellos 800,000 nativos, y que en menos de cincuenta años, sin guerras de conquista, sin esclavitud y sin trabajos forzados o extenuantes y sin emigración a otras islas, había desaparecido el 80% de ellos, según lo explicó Robert Lewis Stevenson, a causa de las enfermedades del hombre blanco, del "malestar cultural" y del alcoholismo, y que, medio siglo después, para 1891, a pesar de los notables avances que habían experimentado las ciencias médicas, ya solo quedaba en Hawaii un 5% de la población nativa en comparación con los que habían vivido allí, un siglo antes, al llegar los pacíficos y desinteresados misioneros protestantes de los Estados Unidos, cuyos descendientes acabaron quedándose con aquellas islas.

En 1777 los indios puros de todo Puerto Rico sumaban 1,756 y para 1797 habían aumentado a 2,312. A partir de 1808 los censos suprimieron la calificación de "indios", incluyéndolos, como "pardos libres", junto con los mestizos (mezcla de indio y blanco)y los zambos, (mezcla de indio y negro). Es obvio que todavía fluye por las venas puertorriqueñas la sangre taína, y en gran abundancia, a juzgar por la apariencia de muchos. Hace poco más de treinta años, una investigación científica realizada entre alumnos de primer año de la Universidad de Puerto Rico por el antropólogo Ricardo E. Alegría reveló que alrededor de un 30% de ellos tenían el diente llamado del tipo "paleta", característico de la raza mongoloide a la cual pertenecían nuestros indios.

Según lo estableciera en 1938 don Adolfo de Hostos, Historiador Oficial de Puerto Rico, el antiguo puerto del Viejo San Germán, en la gran ensenada que entonces llevaba el nombre de aquel primer asentamiento de la Villa de San Germán junto a la desembocadura del Río Goaorabo, tenía su extremo Norte en la desembocadura del Río Grande de Añasco (ante Goaorabo), su centro o vértice, en la desembocadura del caño o río de La Boquilla y su extremo Sur en la Punta del Algarrobo, (todo ello ubicado plenamente en lo que hoy son los sectores de Santa Rosa de Lima, La Mora y La Vía, en Mayagüez. En otras palabras, el antiguo puerto de San Germán el Viejo estaba completamente encuadrado, de extremo a extremo, en Mayagüez. No en el fondeadero de Mayagüez propiamente, pero sí en las playas mayagüezanas inmediatamente adyacentes al Norte de éste, o sea en lo que hoy es Playa Grande y el Maní.

Por dicho antiguo puerto del Viejo San Germán, ubicado en lo que es hoy Mayagüez, llegaron los primeros antecesores de los actuales mayagüezanos y los de los habitantes de todos los demás pueblos del litoral Oeste, pues, dada la total ausencia de caminos, incluso hasta las comunicaciones con la Villa de Caparra y luego con la isleta de San Juan, eran más fáciles cómodas y seguras por mar, que por tierra.

Después de los primeros días de poblamiento y la fundación de los primeros asentamientos cristianos en los primeros años del largo proceso de colonización que transformó la isla, el tráfico marítimo en el antiguo puerto de la vieja Villa de San Germán, en su ubicación al Sur de la desembocadura del río Goaorabo, fue intenso, y el arribo de tantos barcos cargados de colonos constituyó el ímpetu genesíaco que imprimió inicialmente a estas tierras un carácter occidental de marcado matiz castellano. Ahí están nuestros orígenes más inmediatos y el comienzo de nuestras raíces en ellas, que al mismo tiempo que constituyen el más remoto vínculo con el viejo mundo del cual provino nuestra cultura, nuestro idioma y nuestra fe cristiana. Veamos:

En el barco de Gil Delgado, que llegó al viejo puerto de San Germán, que estaba en lo que hoy es jurisdicción de Mayagüez, en mayo de 1512, llegaron los primeros colonos de apellido Vergara y los apellidados De la Calle. En la Carabela San Cristóbal, el 29 de julio de 1512 llegaron también a playas mayagüezanas los primeros colonos apellidados Simón, Bello, Pérez, de Escalona, Sánchez, y Caballero, así como más de los Suarez, Alonso y los Ponce de León, que ya habían llegado poco antes, al iniciarse el poblamiento cristiano. En el barco Santa María de Guía, que arribó al viejo puerto San Germán, en el litoral mayagüezano, el 3 de septiembre de 1512 llegaron los primeros colonos apellidados Zayas, Fernández, Morales, Rodríguez, y los Ruiz. En el navío San Cristóbal, el 2 de noviembre de 1512, llegaron el señor Obispo don Alonso Manso y los primeros Villafañe, los Quintanilla, de Escobar, de Soto, Díaz, Cantalapiedra, García, Velázquez, de la Higuera, Hernández, Gómez y de Carrizales, (apellido que nos recuerda al antiguo caño del mismo nombre en la jurisdicción de Aguada, que es por donde desemboca hoy el río Culebrinas). En la Carabela Santa María de Consolación, el 27 de diciembre de 1512 llegaron al litoral mayagüezano los primeros Moscoso, Guzmán, Orozco, Ruaño, de la Roca, Villalón, de la Barrera, Aguilera, Martín, Maldonado, Cantero y los apellidados de Molina.

En el navío Espíritu Santo, el 7 de febrero de 1513, llegaron los primeros Álvarez, los San Millán, Moreno, Tamayo y los San Miguel, así como más de los Sánchez. En el navío Santa María de Loreto, que llegó el 8 de febrero de 1513, llegaron los primeros Arroyo, de Castro, Bernal, Becerra, Jiménez, Ortega y los Enríquez, así como más de los Toros y Vergara. En la Carabela Santa María de la Concepción, el 9 de febrero de 1513, llegaron más de los Ortega y los López, y los primeros Tirado, Bravo y Ayala. Ese mismo día llegaron los primeros Cid, y los Herrera, en el barco La Gracia de Dios, cuyo maestre era Cristóbal Bravo. En el navío Santiago, que arribó al litoral mayagüezano el 14 de marzo de 1513, llegaron más de los González, que habían llegado cuando la conquista, y los primeros Sedeño, Méndez, Baena, y los Santa Cruz. En el barco de Gil Delgado, el 31 de marzo de 1513, llegaron los primeros pobladores apellidados, Urrutia, de la Vega, de Victoria, de Cervantes, Ramos y más de los Fernández En el navío La Concepción, el 11 de abril de 1513, llegaron los primeros de la Torre, de Cea, de Moragas, Montañés, Cortés, Atienza, Zamora y más de los de la Vega. En el navío Santa Justa y Rufina el 13 de abril de 1513, llegaron los primeros colonos apellidados de Nava, Meléndez, Perales, de los Ríos, del Castillo, Veloso, de Luis, y los Gallego.

En el navío San Juan, el 15 de abril de 1513, llegaron, los primeros de Córdova, Roldán, Bolaños y más de los Jiménez,. En el navío La Gracia de Dios, el 4 de mayo de 1513, llegaron más de los Alonso y los primeros Mateo y Martínez, entre cuyos posibles descendientes quizás figurara don Faustino Martínez de Matos, Capitán Poblador, fundador y primer Teniente a Guerra de Mayagüez. En el navío San Cristóbal, el 7 de mayo de 1513, llegaron más pobladores de apellido Zamora y Suarez, así como los primeros de Cisneros y Toledo. En el navío Santa María de Loreto, el 10 de mayo de 1513, llegaron más de los Molina y los Tirado, así como también los primeros de apellido Hidalgo, Quintero y los Domínguez. En el navío La Magdalena, el 11 de mayo de 1513, llegaron los primeros Triana, Nájera, Vaca, y los Peñalosa. En el navío Cuerpo Santo, el 13 de mayo de 1513, llegaron otros colonos de apellido Delgado y los primeros de apellido Ortiz, Laguna y de Ribera. En la nao San Cristóbal, el 15 de mayo de 1513, llegaron otros Moreno, Pérez, Molina, Hernández, de los González, y los primeros Quesada, Guadalupe y Guajardo. En el navío Santa María del Antigua, el 2 de junio de 1513, llegaron al litoral mayagüezano el señor Almirante y Virrey don Diego Colón, hijo del Descubridor, quien permaneció en la vieja villa de San Germán por un tiempo, y los primeros Aguilar, de Palma, Mendoza, Ordoñez, Durán, Villegas, Soriano, Gámbara, Guillén y los Nieto. En el navío San Francisco de Buenaventura, el 7 de junio de 1513, llegaron los primeros Tello, Robles, Vera, de la Puente, los Prado, y otros de los Barrionuevo.

En la carabela San Germán, el 8 de junio de 1513, llegaron los primeros García de Soler, los Díaz del Castillo y los San Martín. En el navío Santa María la Bella, el 17 de junio de 1513, llegaron otros Quintero y Santa Cruz, y los primeros del Castillo y Camacho. En el navío San Cristóbal, el 26 de junio de 1513, llegaron otros Aguilar y Salazar, y los primeros Montalbán, Lozano, y Barrasa. En el barco Espíritu Santo, el 27 de junio de 1513, llegaron los primeros apellidados Núñez, León, Corchado, Olivares y los Niño. En el navío San Andrés, el 6 de julio de 1513, llegaron más de los Álvarez y los San Millán, así como los primeros de apellido Aragón. En el barco Santa María de Guía, el 8 de julio de 1513, llegaron otro de los Gómez, y los primeros Gallo, Torres, Páez, Yáñez y los apellidados de Isla. En el navío Santiago, el 10 de julio de 1513, llegaron los primeros Aguirre y los García de la Vega. En el navío La Gracia de Dios, el 16 de julio de 1513, llegaron otros López, y los primeros colonos de apellido San Llorente, y los de apellido de Carpa. En el barco Santiago, el 17 de julio de 1513, llegaron los primeros Ramírez, los Miranda y los de apellido Perlas.

En el navío Santiago, el 2 de agosto de 1513, vinieron los primeros Mayorca, y más de los apellidados de la Vega. En la carabela San Juan, el 3 de agosto de 1513, llegaron más de los Martín, y de los Morales, y los primeros de Orta, Gallardo, Mendel, de Huelva, y Genovés. En el navío San Andrés, el 9 de agosto de 1513, llegaron más de los González, que ya estaban desde la conquista, más de los Gómez, Hernández, de Ribera, García, Quintero, González, Pérez, Martínez, Molina, Álvarez, Baena, Sánchez, y los primeros Colindres, Bretón, Trujillo, Báez, y Cartaya, de Arenas, Medina, Valencia y Muñoz. En el navío San Cristóbal, el 15 de agosto de 1513, llegaron más de los Escobar y los López, y los primeros colonos de apellido Silvestre, y Márquez. En la carabela latina San Germán, el 26 de agosto de 1513, llegaron más de los Alonso y los Martín. En el barco San Cristóbal, el 28 de agosto de 1513, llegaron otros Morales, Méndez, Gallo y Alonso, así como los primeros Bautista, y de San Lucas. En el navío Santiago, el 31 de agosto de 1513, procedente de Sevilla, llegaron más de los Enríquez, Delgado, Hernández, Aguirre, Cartaya, González, Vergara, y los primeros Illumbre, Betanzos, Navarro Andrada, Gamboa, Bracero, Farías, y los Polanco.

En el barco La Gracia de Dios, el 6 de septiembre de 1513, llegaron otros de los apellidados de La Calle, y Becerra, y los primeros Valdés. En el navío Santa María del Rosario, el 11 de septiembre de 1513, llegaron más de los Suárez, Gallego Aragón, y Quintero y los primeros apellidados Vizcaíno, Ponce de Cabrera, y Tejero. En la carabela Santa María del Antigua, el 14 de octubre de 1513, llegaron los primeros colonos de apellido Bermúdez, Arias, Picón, Saravia, Galiana, Villalobos y los Carmona. En el navío Santa María del Antigua, el 18 de octubre de 1513, llegaron más de los Ramos, Morales, Córdoba, Bernal y Salazar, y los primeros apellidados Narváez, Castañeda, Medina, Vargas, Garrido, Guillén, Sierra, Alvarado, y los Osorio. En el navío Santiago, el 19 de octubre de 1513, llegaron otros Toledo, Espinosa, Fernández, Moreno, y de Castro, y los primeros colonos apellidados Verde, Guerrero, Alfaro, de Haro, Moya, Valenciano, Alomar, Castaño, Bosque,, Segura, Chaves, Román, Cervigón, Pico, y los del Olmo. En el navío Santa María del Antigua, el 25 de octubre de 1513, llegaron los primeros colonos apellidados Soria y los Guilarte. En la carabela Santiago, el 28 de octubre de 1513, llegaron más de los Ayala.

Orígenes mayagüezanosEn la carabela Santa Cruz, el 14 de noviembre de 1513, llegaron los primeros pobladores de apellido Adriano, y los Agostino. En el navío San Miguel, el 16 de noviembre de 1513, llegaron los primeros Bea, Peñaranda, Flores y los Osuna, y más de los de Cisneros y los de Torres En la carabela San Germán, procedente de La Española, el 28 de noviembre de 1513, llegaron más de los Ortiz, Molina y Ortega, y los primeros colonos apellidados Gil y Merlo. En la carabela La Trinidad, procedente de Castilla, el 12 de enero de 1516, llegaron los primeros Durango y Zuazola, así como más de los Fernández. En la carabela Santi Spiritus, procedente de Castilla, el 15 de enero de 1516, llegaron los primeros Coto, y los Pérez de Ceja. En el navío San Andrés, el 15 de enero de 1516, procedente de Castilla, llegaron más de los Ramírez, y los primeros colonos de apellido Amaya. En la carabela Santa María, el 29 de febrero de 1516, procedente de la Española, llegaron los primeros colonos de apellido Troche. En la carabela de Francisco González, el 29 de febrero 1516, procedente de La Española, llegaron más de los Tirado, y los primeros Guadix, e Ibáñez. En el barco La Gracia de Dios, procedente de La Española, el 2 de abril de 1516, llegaron los primeros Escandón, Garcés, y los Cueto. En la nao San Francisco, procedente de Castilla, el 5 de abril de 1516, llegaron los primeros colonos apellidados Santisteban, Gutiérrez, Martel y los de Luna, así como más de los de Cea.

El 26 de diciembre de 1516, llegaron los primeros colonos apellidados de Campo, Rentería y Arreche, y más de los Urrutia en la nao Trinidad y en la carabela San Germán, procedente de La Española, llegaron más de los Márquez y los Alonso. Así, sucesivamente, durante años, lustros décadas y siglos, las playas mayagüezanas fueron el bullicioso y concurrido punto de arribo donde surgían los navíos en los que venían los colonos europeos que poblaron estas tierras.

Es preciso tener presente que la intensa actividad portuaria que se refleja en esos años iniciales de la colonización de Puerto Rico, la cual comenzó por el Oeste, en razón de su proximidad con La Española, hoy Santo Domingo, que era la sede del primer poder virreinal en las Indias, indica que, para aquellos años, de 1512 y 1513, el número de barcos que surgieron en el antiguo puerto de la villa de San Germán (en lo que hoy es Mayagüez), fue casi tres veces mayor que el número de barcos que surgieron en el puerto de la capital de la isla (50 barcos en comparación con 17). Cuando se fue afianzando el control cristiano sobre el resto de la isla, para los años de 1516 y 1517, el tránsito marítimo comenzó a disminuir, porque los inmigrantes habían puesto sus miras en Cuba y otras islas, pero comparativamente, el número de barcos que surgió en uno u otro puerto llegó a ser más o menos el mismo, aunque el antiguo puerto de la villa del viejo San Germán conservó su preeminencia sobre el de la capital (45 barcos, en comparación con 41).

En lo referente a nuestra población autóctona, aún cuando la historia he dejado para nosotros el recuerdo del nombre del Cacique Urayoán señor de todo el Yahueças y el de Mayagüex, de la región que lleva su nombre, no son muchos los nombre de los nativos de la ribera del río Mayagüez que nos constan.

Entre los indios mayagüezanos de que se tiene noticia, están los que habitaban en la isla de La Mona para el 20 de noviembre de 1517, para 1518 y 1519. Estos trabajaban en labores agrícolas y suplían casabe y camisas de algodón a los colonos del Oeste de Puerto Rico. Sus apellidos, surgieron probablemente de sus antiguos nombres propios ya que, cuando se les bautizaba, se les daba a éstos, como nombre nuevo un nombre cristiano. Han quedado para la historia los siguientes: Hacaguey, Matenelo, Maorao, Mabotio, Bayaguaeys, Cucana, Guaycano, Banuroa, Canahagua, Yayrabe, Higuaocana, Caguahe, Yaagua, Guatova, Cibucanero, Yaabanex, Guanate, Hayoa, Coari, Yahugoa, Gueybana, Yayranex, Humacao, Baraguex, Ayoa, Bayaci, Guanaque, Guana, Cubayo, Mahayoa, Acote, Bayahoz, Mahite, Ynabumiyex, Agueybana, Aramaya, Maonoex, Caguamey, Guanumey, Baraguey, Yagan, Yanoeys, Gabiays, Guanoyana, Guanaquene. Guaya, Cabayoa, Guacabo, Hayoan, Yahagua, Homacagua, Guacuba, Nabonoez, Cusambe, Hagueybana, Mahaguana, Xaygua, Lamaya, Mahaguera, Vraba, Puari, Maocanio, Baraguey, Coxi, Bocoana, Yguayus, Cahaguey, Haguanama, Yahirabo, Guanameyco, Mana, Nuguatica, Mahayin, Banurúa, Yayayo, Caguame, Hayora, Catao, Hahanexi, Guyaloa, Nibiocoraci, Paoxo, Lamaya, Coarie, Hayagua, Hucana, Boniganex, Guanyubi y Halicota, ninguno de los cuales ha perdurado hasta nuestros días al verse diezmada su raza, principalmente en razón de su fatal vulnerabilidad a enfermedades traídas por los africanos, a los cuales los europeos eran algo más resistentes, gracias a su más frecuente contacto con el ganado vacuno, y con las más terribles enfermedades, por haber sido asolada Europa, en repetidas ocasiones, por la peste negra y las más temibles plagas, las cuales hicieron verdaderos estragos en su población.

Entre los castellanos que se habían establecido en la isla hoy mayagüezana de La Mona, estaba el estanciero don Antonio del Espinar cuyo apellido nos recuerda al nombre de la Ermita que luego fue fundada en la vecindad de Aguada.

Mayagüez había comenzado como un yucayeke, una aldehuela o poblado indígena. Luego se establecieron allí algunos de estos pobladores castellanos, de los primeros que llegaron a raíz de comenzar la colonización de la isla, a sacar oro en las márgenes del río Mayagüez, conocido como Yagüez desde el siglo XIX, y que, luego, quizás trabajaron también en las siembras de caña de azúcar y en las operaciones y embarques del vecino Ingenio de San Juan de las Palmas, primer ingenio azucarero de Puerto Rico, establecido en 1519 por Tomás de Castellón, un rico genovés, paisano del Descubridor. Este poblado, careció de reconocimiento oficial durante siglos, aunque fue conocido por todos y tuvo un importante papel en el comercio del área, hasta que la llegada de sucesivas oleadas de inmigrantes isleño-canarios contribuyó a darle nuevo ímpetu a su desarrollo.

En la obra de José González Ginorio, "El descubrimiento de Puerto Rico", se identifica lo que hoy es el puerto de Mayagüez con el nombre de "Aguada la Nueva", diferenciándola de la Aguada de San Antonio de Añasco, y de la Aguada del Norte (que era donde hoy está el pueblo de Aguada), llamándoseles así por servir, todas ellas, de punto de recalada y abastecimiento de agua a las flotas de navíos, de cuya actividad se beneficiaban todos sus pobladores.

En 1571, el cosmógrafo y cronista Juan López de Velasco, mencionó en su libro "Geografía y Descripción Universal de las Yndias", que, en la costa occidental de Puerto Rico, después de doblar el Cabo Rojo, volviendo al Norte, había un pueblo que llamaban La Piña (ubicado entre Joyudas, Cabo Rojo y Puerto Real) que llamaban Mayagüez, antes de llegar a la bahía de San Germán el Viejo. Para entonces, dicha bahía de San Germán el Viejo era lo que luego se conoció como Aguada de San Antonio y hoy como bahía de Añasco, pues ya la Villa de San Germán había sido trasladada, primero a Guadianilla, en la costa Sur, y luego, adonde hoy ubica, tierra adentro, en las lomas de Santa Marta.

Es de suponer que dichos núcleos poblacionales allí mencionados, el pueblo de La Piña, ya desaparecido, aunque su nombre se ha perpetuado hasta nuestros días en el de la hacienda que ocupó su antigua ubicación, y el pueblo de Mayagüez, que prosperó hasta convertirse en una gran ciudad, no surgieron súbita y espontáneamente de la nada, precisamente en ese mismo año de 1571, pues el libro en que se alude a ellos, recoge información obtenida en diversos viajes, y lo más probable es que, para entonces, esos poblados ya fueran bien conocidos y utilizados como puntos de referencia para la navegación, y fueran también visitados por navegantes, inmigrantes, viajeros, piratas, cronistas y cartógrafos.

Esa primera mención de Mayagüez, identificándolo específicamente como "pueblo", y precisamente con ese mismo nombre que hoy tiene, pero en 1571, le traza al mismo una trayectoria que ahora ya se extiende por cuatrocientos veintiocho años, la cual podría ser aún más larga, pues, antes de eso, y a raíz de la conquista de Boriquén, el puerto de Mayagüez era conocido como Puerto de Palmas, y así aparece todavía identificado en el mapa hecho en 1575 por Juan Escalante de Mendoza, quizás, muy posiblemente, por servir, en ocasiones, de embarcadero alterno al vecino Ingenio de San Juan de las Palmas, el cual fue, por gran ironía del destino fue saqueado y quemado, por los franceses precisamente el Domingo de Ramos de 1554, posible razón por la cual quizás, desde entonces, utilizó otro embarcadero, el de Mayagüez.

Orígenes mayagüezanosLa escena paisajística de un puerto de mar, flanqueado por seis palmas reales, en el cual fondea una carabela, lo cual constituye la parte descriptiva esencial del escudo de armas de Mayagüez, alude, al Descubrimiento y a aquél nombre que en aquella época se le daba al puerto de Mayagüez; "Puerto de Palmas", que también refleja la relación que hubo entre Mayagüez y la inmigración isleño-canaria, procedente del archipiélago cuya capital se denomina "Ciudad Real de Las Palmas" en la isla de Gran Canaria, habiendo además, entre ellas, otra isla llamada también "La Palma", nombre que le pusieron los marinos mallorquines que la descubrieron en 1341, en recuerdo de la capital de Mallorca, que se llama "Palma", de la cual procedían.

La Virgen de la Candelaria se había aparecido en las Islas Canarias, en las vísperas del Descubrimiento del Nuevo Mundo. Esto ocurrió en el reino de Guimar en la isla de Tenerife en el siglo XIV cuando ésta no había sido conquistada aún por los castellanos, durante el reinado de Acaymo, Rey o Mencey "de las Lanzadas", hijo del Rey Tinerfe el Grande, y padre del Rey Añaterve.

Entre 1564 y 1575 la isla de Puerto Rico fue gobernada por don Francisco de Bahamonde y Lugo, un isleño-canario, y para el primer tercio del siglo XVII el Obispo de Puerto Rico, don Juan López Agurto de la Mata, era natural de la isla de Tenerife, a cuyo santuario de la Virgen de la Candelaria hizo una ofrenda de seis mil ducados. Estas personalidades auspiciaron y promovieron la inmigración de sus paisanos a Puerto Rico, la cual cobró inusitado auge y, con ella, creció aquí el culto a la Virgen de la Candelaria.

En la Descripción de la Isla de Puerto Rico, hecha por don Diego Torres de Vargas, el 23 de abril de 1647, éste indicó lo siguiente: "La Virgen de la Candelaria ha hecho aquí algunos milagros..., pero como no están comprobados, no me atrevo a ponerlos por verdaderos, y no es la menor alabanza de la fe de estos vecinos y naturales, que creyesen ...". Esto revela la extendida devoción que había en la isla a esa advocación en el culto de la Virgen, la cual se debía exclusivamente a la magnitud que había cobrado la inmigración isleño-canaria.

Para entonces comenzó a intensificarse el tráfico de esclavos que eran continuamente traídos de África para el trabajo minero y agrícola.

El nuevo tipo de esclavitud a que los europeos sometieron al negro africano a partir del Siglo XVI, se derivó, como una utilitaria aunque abominable variante, de la esclavitud que siempre había existido en África, desde tiempos inmemoriales como resultado de guerras y luchas internas en las que los africanos que resultaban derrotados, en vez de ser exterminados, eran esclavizados por los africanos vencedores y luego vendidos, por los reyezuelos negros de las costas, a los portugueses, ingleses y otros tratantes occidentales, a cambio de comodidades y lujos, armas, pólvora, tabaco, ron, pipas, ropa, etc., llegando estos incluso o ofrecer a sus hijos o familiares, como rehenes, para prevenir incumplimientos.

La esclavitud negra continuó, a todo lo largo de casi cuatro siglos, porque se creía que, sin esclavos, fracasaría la agricultura antillana. Se consideraba además que la abolición de la esclavitud constituiría un ataque a los derechos de propiedad, pues la ley proveía los medios y formas para que el esclavo diligente y laborioso adquiriera, él mismo, su propia libertad, mediante el fruto de su trabajo. Las enfermedades habían diezmado a la población indígena y resultaba difícil conseguir que la población libre, de origen europeo, acostumbrada a los climas más frescos de Europa, trabajase en los campos de las haciendas. Los negros que venían de África estaban más acostumbrados al sol de los trópicos. Tal parece que el proverbial maltrato a los esclavos usualmente asociado a esa "peculiar" institución, cuando en efecto ocurría, no solía provenir de los propietarios blancos, quienes tenían todos los motivos y razones para ver en sus esclavos africanos su más valiosa posesión y su mayor y más productiva inversión de capital, sino, más bien, según se desprende de las fuentes documentales de la época, de los mulatos que llegaban a ser capataces. A su vez, hubo negros que, al alcanzar su libertad, llegaron a convertirse también en propietarios de esclavos.

En 1592, el pirata inglés William King, quien se había apoderado de un barco en la isla de Dominica, el cual transportaba doscientos setenta esclavos procedentes de la costa de Guinea en África, penetró en el puerto fortificado de San Juan, donde, a pesar de sus defensas, capturó dos barcos mas y luego navegó hasta la parte Oeste de Puerto Rico, donde desembarcó y vendió la mayor parte de la carga de esclavos, y de ahí salió hacia la hoy mayagüezana isla de La Mona, donde se abasteció de agua, papas o patatas y plátanos. Incidentes como éste, y el posterior auge de la trata negrera, contribuyeron al notable incremento que luego experimentó la esclavitud negra en Puerto Rico, particularmente a fines del siglo XVIII y a principios del XIX.

Según lo observó el holandés Juan de Laet, en su obra publicada, en 1640, titulada "Descripción de las Indias Occidentales", Libro 1, Cap. 2, para el año de 1662, los pobladores de Mayagüez mantenían contactos comerciales y hacían tratos mercantiles y negocios con los ingleses de Jamaica y con los holandeses de Curazao.

Hay constancia también, recogida por el historiador Salvador Brau en su Historia de Puerto Rico, de que, para 1683, ese intenso comercio de los pobladores de la ensenada de Mayagüez aún continuaba, aunque con carácter ilícito, o sea, como contrabando.

No pudo haberse desarrollado un comercio en el área de Mayagüez, en 1662 y 1683, tal y como lo describen de Laet y Brau en sus respectivas historias, sin existir un núcleo poblacional organizado de esos vecinos, los cuales debieron haber tenido sus viviendas cerca del fondeadero de dicha ensenada, donde mismo habían estado desde 112 años antes, cuando López de Velasco mencionó, por vez primera, la existencia de un pueblo llamado Mayagüez.

El poblado de Mayagüez, a diferencia de los demás poblados limítrofes, los cuales languidecieron y desaparecieron o fueron trasladados a otros lugares más seguros y convenientes, subsistió ignorado, perseverando en ese mismo sitio durante más de siglo y medio, hasta que la llegada de inmigrantes isleño-canarios le dio tal ímpetu a su desarrollo, que se llegó incluso hasta a cambiarle su nombre, esta vez por el de APueblo de Nuestra Señora de la Candelaria@, que era la patrona general de las Islas Canarias y a la cual la devoción popular ya le atribuía el haber realizado algunos milagros en Puerto Rico. Este fue el nombre con el cual fue fundado oficialmente el pueblo.

Aunque el desplazamiento continuo de inmigrantes isleño-canarios a Puerto Rico se remonta a los albores de la colonización éste continuó creciendo incesantemente durante los siguientes tres siglos. En su mayor parte, los campesinos del archipiélago Canario cultivaban allá tierras ajenas, por un escaso jornal, así que al enterarse de que podrían obtener un pasaje gratis o a plazos, para Puerto Rico, donde recibirían, en propiedad, tierras baldías de la Corona, instrumentos de labranza, ganado, semillas, ayudas para construir sus viviendas y manutención hasta que sus tierras comenzaran a producir, no es de extrañar que emigrasen con sus familias para dedicarse aquí a la agricultura.

El 30 de octubre de 1666 el Gobernador de Puerto Rico, don Jerónimo de Velasco, informó al Rey que convendría embarcar cinco o seis familias en las Islas Canarias, con destino a Puerto Rico, en cada uno de los navíos de registro que salían para Cuba, a los cuales se les obligaría a darles transporte.

En 1678 se dispuso que todo navío que saliese de las Islas Canarias para las Antillas tendría que transportar cinco familias. A estas se les concedió el privilegio de no pagar el impuesto de alcabala durante diez años.

El Sargento Mayor de Tenerife, don Juan Fernández Franco de Medina fue nombrado Gobernador de Puerto Rico el 9 de octubre de 1692 y trajo con él catorce familias de las Islas Canarias, compuestas por un total de cien personas, las cuales llegaron en agosto de 1695. Entre ellos vinieron los Marrero, Morales, Vera, Mora, Amador, Correa, Acosta, Osorio, Moya, Alonso, Lorenzo y los Martínez.

Nótese que no menos de diecinueve de las veintiocho poblaciones formalmente establecidas en Puerto Rico entre esos años de 1714 y 1797 debieron el impulso decisivo, para su fundación oficial, a estos inmigrantes.

Entre estos figuraron prominentemente los de los siguientes apellidos: Alayón, Albelo, Alemán, Aran, Arana, Ayala, Báez, Bass, Baeza, Carmona, Collado, del Castillo, Castro, Cruz, Charrón, Díaz, Delgado, Fumero, Gil, García, Gómez, González, Guerra, Hernández, Maíz, Manzano, Márquez, Medina, Mendoza, Monteverde, Monzón, Morera, Ojeda, Olivares, Olmeda, Oramas, Palmer, Peña, Perdomo, Piña, Quintero, Ramos, Reyes, Rodríguez, Rosado, Rosario, Rosas, Saavedra, Sanabria, Sánchez, Santana, Sosa, Tacoronte, Toledo, Travieso, Valladares y Vega, muchos de los cuales habían sido precedidos por familiares suyos, de esos mismos apellidos, desde los primeros tiempos de la conquista, pacificación y poblamiento de la isla.

El poblado rural de Nuestra Señora de la Candelaria comenzó a formarse como una aldehuela en las riberas del Río Mayagüez, que en aquella época era navegable para embarcaciones pequeñas, y el cual bajaba, desde donde comenzaron a agruparse los primeros bohíos en la ladera Norte de la loma donde hoy está el centro de la ciudad, hasta la desembocadura del mismo, en la playa Sur de la punta del Algarrobito, en la cual ya había también estructuras relacionadas al comercio que venía o salía por el mar. Ese grupo de viviendas que dio origen al pueblo estaba algo oculto del litoral, tras un recodo del río, y protegido de los peligros y acechanzas que solían venir del mar, por el hecho de que la angostura de la desembocadura del río no permitía la entrada al mismo de embarcaciones marinas mayores, pero éste, una vez superado ese obstáculo, era navegable y se prestaba perfectamente para la navegación fluvial interna que conectaba la aldehuela ribereña con el puerto del mar, por lo que Mayagüez era lugar de paso y punto natural de comercio para los sangermeños, y, en cierta medida también, para los pobladores del valle de Añasco.

Los sangermeños criollos que se avecindaron en el área de Mayagüez eran descendientes de los conquistadores, de los primeros colonos establecidos en la Nueva Salamanca, en 1574, asentada en las lomas de Santa Marta, en la márgenes del río Guanajibo, quienes a su vez procedían de los de la Villa de Santa María de Guadianilla, de 1556, en la costa Sur, adonde se habían ido algunos de los pobladores del Viejo San Germán de 1511, originalmente ubicado a orillas del Goaorabo. Descendían también, de los fundadores de la Villa de Tavora, de 1509, en Guánica, luego trasladada al Goaorabo, así como de los primeros inmigrantes de Islas Canarias, quienes dejaron su huella toponímica en el Monte Isleño, hoy ocupado por el Ensanche Ramírez, en Mayagüez, así como en la denominación original misma del pueblo de Mayagüez, reflejo de su secular devoción por la Virgen de La Candelaria, y en la designación de ésta como patrona de la ciudad.

Los pobladores criollos del valle de Añasco, que se avecindaron en el área de Mayagüez procedían de las primitivas poblaciones cristianas ya desaparecidas, como el Higuey, cabeza de playa y puerto de entrada, desde la Española, establecida por don Juan Ponce de León en 1506, antes que Caparra, o como la Villa o pueblo de Sotomayor, de 1510 y San Germán el Viejo, de 1511, donde, desde 1519, se había comenzado a establecer el primer ingenio azucarero de la isla, el de San Juan de las Palmas, cuyo nombre, reminiscente del de las palmas, de Gran Canaria, nos lleva al de APuerto de Palmas@, o sea, Mayagüez, a través del cual probablemente se exportaba en ocasiones el azúcar moscabada o las mieles que producía dicho ingenio. También procedían esos pobladores, de lugares como San Francisco de Asís, en las estribaciones de la sierra de Rincón, de 1528, muchos de cuyos habitantes se fueron a Santa María de Guadianilla, en 1556, de donde llegaron al área de Mayagüez, a través del actual San Germán.

Todos esos asentamientos habían sido fundados por los primeros pobladores cristianos de la isla, cuyos descendientes venían a comerciar con las flotas o a contrabandear, lejos de la vigilancia de las autoridades, por el relativamente solitario puerto de Mayagüez, el cual podía recibir buques de gran calado que desplazaban más de doscientas toneladas, cosa que no podía hacer el Puerto Real, hoy de Cabo Rojo, que era el único otro puerto del Oeste cercano y disponible, en toda la jurisdicción del extenso Partido de la Villa de San Germán que, a su vez, fue el único núcleo poblacional de origen europeo formalmente reconocido, que se mantuvo formalmente constituido en todo el Suroeste de la isla durante los siglos XVI y XVII.

La antigua villa de San Germán, en cuyo término jurisdiccional había surgido el poblado de Mayagüez, disfrutaba de viejos derechos y privilegios casi feudales otorgados en los siglos XVI y XVII por los reyes de España de la dinastía de Habsburgo.

Entre esos antiguos privilegios de la Villa de San Germán estaban los reconocidos expresamente en la Real Cedula del 1 de diciembre de 1692 en la que se disponía que, en caso de ser preciso convocar a los vecinos de la villa de San Germán para la defensa de la ciudad capital, se dejaría acuartelada, en dicha villa, la gente de armas que fuese necesaria para su propia defensa.

Al llegar al trono de España Don Felipe V, el primer monarca de la real casa española de Borbón, éste intentó lograr una más uniforme administración de todas las entidades jurisdiccionales de su vasta monarquía, bajo un principio rector y unitario que conducía al más riguroso centralismo. Esto implicaba la abolición de los privilegios y los fueros o derechos locales.

Ante el temor de que la isla fuese atacada por una poderosa escuadra de 25 navíos de guerra ingleses que a la sazón estaba fondeada en las islas de Barlovento y Jamaica, el Gobernador de Puerto Rico don Gabriel Gutiérrez de la Riva ordenó que los vecinos del Partido de San Germán se trasladasen a San Juan, en grupos de doce hombres para realizar labores de milicia en la ciudad capital, pero solamente durante treinta días, los cuales sin embargo, fueron luego prolongados a siete meses, al final de los cuales se ordenó a San Germán que supliese cien hombres más, con su capitán y sus oficiales, para marchar a la capital, llevando además consigo, por vía de fuerza, ganados de cerda. Esto dio lugar a un gran malestar en todo el Suroeste de la isla.

En 1702 fue apresada en el puerto de Mayagüez, por Juan Domínguez Basó, Capitán de la balandra Nuestra Señora del Rosario, armada en corso por las autoridades españolas, una balandra holandesa procedente de Curazao, cargada con más de cuatro mil libras de achiote, doce cueros de toro y dinero en efectivo, producto del comercio ilícito efectuado en horas nocturnas con los habitantes de ese litoral mayagüezano, quienes iban hasta dicha embarcación remando en canoas.

A una legua de distancia del Puerto de Mayagüez en dirección a Cabo Rojo, había otra balandra, la cual salió huyendo al escuchar los disparos de cañón con los que el Capitán Domínguez había hecho rendir a la balandra apresada.

El gobernador acusó a los vecinos, de contrabando, que era un delito grave, multándolos con dos mil quinientos pesos de plata, los que serían prorrateados entre los naturales de la villa de San Germán a la cual correspondía la jurisdicción del puerto de Mayagüez, y los vecinos de los lugares de Cabo Rojo y Mayagüez.

Nótese que, no se multó a los vecinos de Aguada ni a los de Ponce, dos poblaciones del partido de la Villa de San Germán, y que se mandó a que se notificase al Sargento Mayor, don Juan de Torres y Figueroa, que comandaba la villa de San Germán y a los cabos que asistían de guardia, desde Cabo Rojo hasta Mayagüez, pues, para entonces, ya el gobierno de la isla reconocía que el lugar conocido como Mayagüez, tenía una ubicación y una demarcación específica, diferenciada de la de la villa de San Germán, aunque dentro de la jurisdicción de ésta, y que estaba poblado, pues tenía vecinos, o sea los hombres o familias avecindadas allí, de quienes, además, se presumía que podían pagar tan cuantiosa multa.

Los vecinos principales de todo el partido de San Germán se opusieron resueltamente a todo esto, invocando los antiguos privilegios de la villa otorgados por los monarcas de la antigua dinastía, los Habsburgo, y se sublevaron, comenzando una rebelión que arrastró a los habitantes de todo el Suroeste de Puerto Rico, desde Ponce, en el Sur, hasta Aguada en el Noroeste, quedando el área del poblado de Mayagüez casi en el corazón mismo de la zona sublevada.

Los sublevados de Mayagüez, Cabo Rojo, San Germán, Ponce y Coamo se agruparon en el sitio de Hormigueros, poblado limítrofe y vecino de Mayagüez, que dos siglos después formaría, por algún tiempo, parte integrante del Municipio de dicha ciudad, donde formaron su real o campamento, y donde se mantuvieron sobre las armas, para pelear con los que fuesen a tratar de someterlos. Luego estos abandonaron Hormigueros y se refugiaron en las mas agrestes e inaccesibles montañas de las Indieras de Maricao, a donde fueron luego sañuda e implacablemente perseguidos por las autoridades.

El 20 de junio de 1721, el Rey conmutó las severas penas a que fueron sentenciados los promotores de la rebelión, (muerte, despojo de sus bienes, años remando en las galeras, etc.) por la de destierro. Ese año llegaron de las Islas Canarias mas de los Mendoza, los Álvarez y los Pérez. Es preciso tener presente que Mayagüez fue la población preferentemente escogida por más de la mitad de los isleños-canarios que se establecieron en el área Oeste de Puerto Rico.

Orígenes mayagüezanosEn 1729, el Fraile, Obispo de Puerto Rico, Don Sebastián Lorenzo Pizarro, Monje de la Orden de San Basilio, en sus escritos sobre su visita pastoral a la Isla, confirmó la existencia del poblado que existía en el lugar que luego fue formalmente reconocido como pueblo, al indicar que había un caserío a orillas del río Mayagüez, bajo la advocación de nuestra señora la Virgen de la Candelaria, el cual fue visitado por él mismo.

En el "Plano de la Ensenada de Mayagüez, en la Aguada de San Antonio de Añasco, en la Isla de Puerto Rico", que data del año 1754, seis años antes de la fundación del pueblo de Mayagüez, se hizo constar la presencia de no menos de seis estructuras o edificaciones en el área de la puntilla, hoy aledaña a El Seco, y la de otras dos más, junto a la desembocadura del Río Yagüez, lo que confirma que, desde entonces, el poblado de Mayagüez, ya tenía su sector de La Marina.

En los documentos y expedientes relativos a la fundación formal del pueblo de Mayagüez, el 18 de septiembre de 1760, se encuentran también numerosos indicios que confirman que allí, en el lugar en que se llevó a cabo la "fundación" del pueblo, había ya vecinos previamente establecidos en una aldea o poblado que carecía de reconocimiento oficial como tal. Por ejemplo: La petición al Gobernador la hizo don Faustino Martínez de Matos, en representación de los habitantes de la aldea, obviamente los de una aldea que ya existía, quienes pedían que fuese ésta declarada pueblo. Véase que sólo se trataba de reconocer formalmente algo que ya estaba constituido. El gobernador don Esteban Bravo de Rivero, accedió a la fundación del pueblo "en el mismo sitio", o sea, donde mismo estaba ubicada la aldea, en la ribera del río Mayagüez. Los donantes de los terrenos donde se iba a establecer el pueblo de Mayagüez, son identificados como "del vecindario del nuevo pueblo" lo cual constituye un reconocimiento de que ya había vecinos, o sea, gente avecindada o establecida, agrupada en el sitio o vecindario donde iba a estar el "nuevo pueblo" que aún no había sido reconocido como tal y, apenas se supo de la concesión de esa autorización, se solicitó que un capellán habitase en el "nuevo" pueblo y oficiara misa en la Ermita que ya había construida allí. (La iglesia no se construyó hasta tres años más tarde, en 1763). En otras palabras, antes de 1760, ya había en Mayagüez, vecinos que habitaban junto al río, y que estaban agrupados en una aldea, caserío o vecindario en el que había una Ermita. Es claro que lo único "nuevo" que vino a tener el pueblo, en 1760, fue su título oficial como tal.

La identificación de la bahía de Mayagüez como "Aguada la Nueva" continuó aún mucho después de la fundación oficial del pueblo de Mayagüez que, en realidad, se hizo inicialmente bajo el nombre de Pueblo de Nuestra Señora de la Candelaria. En el plano de 1782, incluido en la obra de 1791, "Mapa Topográfico de la Isla de San Juan de Puerto Rico y la de Vieques", se hace referencia a Mayagüez como "Aguada la Nueva", y se la describe como un paraje marítimo donde, en el Siglo XVIII, los navíos se proveían de agua. En el "New General Atlas" de 1815, la bahía de Mayagüez aparece también, en el conocido mapa de Thompson, con el nombre de "Aguada la Nueva", lo cual deja ver la tendencia de los colonos y viajeros, de denominar el área con algún nombre hispano (Puerto de Palmas, Aguada la Nueva, Nuestra Señora de la Candelaria, etc.) en lugar de utilizar el nombre original indígena, (Mayagüez), que fue el que, al final, prevaleció.

Todo esto apunta a la realidad frecuentemente ignorada o soslayada, de un primitivo Mayagüez cuando éste sólo era una aldehuela indígena, y luego, quizás, el puerto de un ingenio azucarero, el puerto de la antigua villa de San Germán, una ribera poblada por colonos españoles, una aldea, caserío, vecindario, poblado o barrio, pero firme, estable y permanentemente asentado en el mismo lugar donde hoy está. Entonces comenzarían las nuevas y aún mayores oleadas migratorias de aristócratas que huían de la revolución en Francia, enemiga sanguinaria e implacable de las clases privilegiadas por el antiguo régimen, o del levantamiento de sus esclavos en Haití, de las familias criollas que huían de las vicisitudes por las que pasaba Santo Domingo, de "botiflers" catalanes, de las familias partidarias del Archiduque, de los realistas venezolanos, de los corsos y mallorquines que buscaron, en Mayagüez, su tranquilidad y prosperidad, y quienes darían, entre todos, una nueva fisonomía y una inigualada pujanza al increíble desarrollo comercial que eventualmente convirtió aquel poblado en toda una gran ciudad.


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