Mayagüez 1966-1971: Edad de Oro de las Artes Plásticas en Puerto Rico

Dr. Stuart RamosLas décadas del sesenta se recuerdan, entre muchas otras cosas, como los años de protesta de la juventud y de la validación de su derecho a ser lo que quisieran ser y a reinventar lo que tuviese que reinventarse. Aunque algunos no supieron qué hacer con tanta libertad, hubo otros que sí desearon el reto de la responsabilidad histórica y tuvieron la suerte de que se la concedieron.

Dos jóvenes adultos, uno de treinta años y otro de veintisiete, el uno nombrado en 1966 rector del recién creado recinto de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico y el otro profesor de biología y ayudante del primero, llegan al Colegio para con un sentido de colaboración extraordinario, una voluntad y un entusiasmo impresionante poner al nuevo recinto en el mapa del Arte internacional. Era el espíritu de la época.

Los años cincuenta gozaron de un impulso creador en las artes plásticas que se contagió por toda América dejando a Europa, abatida por la segunda guerra mundial, en segunda posición como meca del Arte. Ya para la década del sesenta se toma conciencia de que existe un arte moderno que se puede llamar latinoamericano además del norteamericano que se acababa de cuajar en la ciudad de Nueva York.

Dr. Stuart RamosCon el norte de que la educación técnica necesita de la estética, de que la ingeniería y las humanidades pueden y deben complementarse, estos jóvenes, auténticos servidores públicos, crearon el programa de arte más esplendido que este país haya tenido jamás. Nunca antes ni después hemos sido anfitriones, taller vivo y promotores de lo nuestro y lo ajeno en pie de igualdad y en resonancia con el momento histórico de creación y difusión de las artes plásticas en toda América.

El flamante rector, Dr. José Enrique Arrarás Mir, adjudicó la partida de dinero para el programa de arte y aportó el “know-how” de sus contactos unido a la visión de un auténtico amante del arte que ya era coleccionista experimentado. Stuart Ramos apoyó con la voluntad férrea de lograrlo, coordinando, facilitando y disfrutando el paso a paso de la aventura y el riesgo de un proyecto nunca antes ni siquiera soñado, mientras aprendía sobre la marcha. No se necesitaron asesores ni juntas.

Arrarás provenía de una familia pudiente en la cual abundaban los títulos universitarios y joven aún llegó a poseer una formidable colección de arte precolombino y arte moderno. Había estudiado leyes en Princeton, uno de esos ivy-league college cuyo presupuesto y agenda de formación universitaria incluye las artes “de las grandes ligas”. Allí se había hecho amigo de Frank Stella, el famoso artista norteamericano radicado en la ciudad de New York, que exponía en la legendaria galería neoyorquina Leo Castelli. Además conocía a ricos coleccionistas, como uno colombiano que le permitió conectar con artistas colombianos, venezolanos y centroamericanos.

Una cosa llevaba a la otra como un hilo que mientras más se hala más hilos interconectados aparecen. Ojo, sin internet contactaron con los ambientes artísticos de Latinoamérica, Europa y EEUU con una efectividad que hoy día nos parece increíble pues de todos estos lugares llegaron a Mayagüez tanto obras de arte como galeristas y curadores.

Uno de los primeros pasos que dio Arrarás, después de traer a Stuart Ramos, amigo de la infancia y mayagüezano como él, fue fortalecer el Departamento de Humanidades y el de Estudios Hispánicos con intelectuales puertorriqueños y extranjeros, con pintores, escultores, poetas y literatos, críticos de arte y eruditos, vinculando la palabra y la imagen en una estrategia de probada eficacia en otras instancias de efervescencia cultural a través de la historia. También se daba la circunstancia de la disponibilidad de intelectuales españoles exiliados, radicados desde Canadá hasta Argentina.

Dr. Stuart RamosEmpezó por invitar al RUM a la intelectual puertorriqueña María Teresa Babín y a su esposo, el español Pepe Nieto, poeta, filósofo y doctor en leyes, quien había sido delegado español ante las Naciones Unidas en Nueva York, donde se conocieron. Entre el 1966-69 él fue Director del Departamento de Humanidades; ella, Directora del Departamento de Estudios Hispánicos. A María Teresa Babín le debemos el que textos literarios puertorriqueños se incluyeran en el currículo de educación pública de Puerto Rico. En el RUM su labor se distinguió tanto por la implantación del Programa de Maestría en Estudios Hispánicos, primer programa graduado en la División de Artes en ese centro docente, como por la celebración de actividades académicas de impacto: entre ellas, el Primer Festival Rubén Darío y diversos simposios sobre la lengua en los cuales participaron figuras de la talla de Dámaso Alonso y Don Joaquín de Entrambasaguas.

Por medio de Babín y Nieto traen al catedrático y erudito español Ezequiel González Más, del recinto de Río Piedras a donde había sido invitado desde su exilio en Ecuador, para que se integrara al de Mayagüez (1966). Una particularidad de la obra de un intelectual polifacético como González Mas, aparte de su monumental historia de la literatura española e hispanoamericana impresa por la editorial de la UPR, son sus escritos y poemas sobre pintores y obras de arte, como la antología Museo Privado.

Hicieron contacto en Brasil de donde traerían otra pareja clave de españoles exiliados allí por la guerra civil: Ángel Crespo, poeta, traductor y experto en arte. Reconocido por su insuperable traducción del “Cancionero” de Petrarca (por su versión rimada recibió el Premio Nacional de Traducción en 1984) y a su futura esposa Pilar Gómez Bedate, crítica de literatura, traductora e intérprete de los invitados que hablaban inglés.

De Sao Paulo llegó otra joven pareja en 1969: el español naturalizado brasileño Julio Plaza y su esposa brasileña Regina Silveira como artistas residentes, encontrando en Puerto Rico un terreno fértil para desarrollar sus intereses en la relación arte y tecnología. Plaza tenía formación en bellas artes y diseño industrial y crea sus primeras obras en los años sesenta con el grupo de poetas concretos de São Paulo. Con este grupo, desarrolla libros experimentales, carteles y material impreso con poesía visual. (Esta intensa relación con la poesía caracterizará la obra de Plaza, en la que empleó diversos soportes tecnológicos, como el videotexto, la holografía y la infografía”). Silveira se convertiría con el tiempo en una artista internacionalmente reconocida y muchos la recordarán por su llamativa participación en la Trienal Poligráfica de San Juan del 2004.

Los hilos de esta motivadora tela de araña que se tejió llegaron a Europa: al pintor, poeta experimental y crítico de arte colaborador de prestigiosas revistas, José María Iglesias, miembro de la Asociación Madrileña, Española e Internacional de Críticos de Arte, además de ensayista y conferenciante en diversos países. Establecieron contacto con el crítico de arte que se convertiría poco después en el llamado super-curador internacional, el italiano Germano Celant, creador del concepto Arte Povera, cuyas ideas tuvieron y siguen teniendo repercusión internacional desde su todopoderoso puesto como Senior Curator, responsable de Arte Contemporáneo del Museo Guggenheim de Nueva York.

Dr. Stuart RamosAmbos colaboraron como conferenciantes en el RUM y como corresponsales del quehacer cultural en sus respectivos países, enviando sus reseñas y fotos por correo. Estas se publicaban en la revista de arte que producía Crespo y Gómez Bedate y que al hojearla hoy día los que no presenciamos esa etapa, nos deja con la boca abierta por su contenido analítico y abarcador de las ideas del momento. Se publicaron diez números entre junio de 1969 y septiembre del 1971. Llamada sencillamente revista de arte/the art review, queda como un tesoro escondido, un documento histórico de la actualidad nacional e internacional y testimonio de la actividad creadora que se generó en el RUM.

Fue una época cuando no existían aún salas de arte contemporáneo en Puerto Rico exceptuando algunas galerías de arte privadas como la crucial La Casa del Arte, pero aún estas sólo mostraban arte puertorriqueño. De hecho antes de José Enrique y Stuart, lo que había en el Colegio era un “museito de reproducciones”. Stuart nos cuenta “mira como era José Enrique, me dijo tumba eso por ahí pa’ bajo y tumbé las paredes de tres salones para crear un gran salón adecuado para la exposición de arte moderno. Julio Plaza diseñó el interior, paredes e iluminación y así nació la Sala de Arte, en Estudios Generales”.

Stuart cuenta que la primera actividad que le encomendó Arrarás fue organizar una exposición de gráfica y dibujo latinoamericano en apoyo de la celebración del centenario del nacimiento de Rubén Darío organizada por Babín.

Ese fue el comienzo de una serie de ambiciosas exposiciones que incluyó traer reconocidos artistas de Nueva York, como Lichtenstein, Robert Morris y Frank Stella, José Luís Cuevas de México, el italiano Lucio Fontana, el argentino Antonio Seguí, obra gráfica holandesa, un happening con Robert Morris y los artistas puertorriqueños que se destacaban como Rafael Ferrer, Julio Rosado del Valle, Joaquín Mercado, Carlos Irrizary, Domingo López, Hernández Cruz y el fotógrafo Luís de Casenave. Personalidades de las artes plásticas internacionales como Leo Castelli, Umbro Apollonio, Ivan Karp y Germano Celant estuvieron de visita en el recinto.

La circunstancia de que este era un recinto especializado en ingenierías y disciplinas técnicas aportaba otra dimensión al logro de los objetivos, conducente a una colaboración en cadena de mentes de las más diversas especialidades unidas en un fin común. Artistas, ingenieros, académicos, trabajadores y estudiantes colaboraron en los diversos aspectos del programa de arte. Muchos profesores reunían sus clases en la Sala de Arte para “discutir los valores sociológicos, psicológicos y humanistas de las obras expuestas”, es una cita de la revista.

Era la primera vez que los empleados de planta física se involucraban en algo completamente nuevo para ellos también: el arte moderno. A ellos les tocó el montaje de exposiciones, aprender a llevar de aquí para allá “con mucho cuidado” unas obras de arte que valían “un billetal”, ayudar a construir y ubicar esculturas por todas partes, igual que colgar cuadros por todas partes, hasta quedarse embelezados mirando cuadros abstractos y esculturas que parecía que se iban a caer. Stuart Ramos recuerda sonriendo oír a uno de ellos decir “esto del arte es cosa de pocos”. Y dice “no era fácil para la gran mayoría entender de qué iba la cosa, ¡fuimos atrevidos!... Ya hoy hay cierto respeto, como que hay que estudiar para entender. Yo mismo, entomólogo, asistía a las clases de arte moderno de Ángel Crespo”.

Dr. Stuart RamosLo mismo ocurrió con los ingenieros del recinto, como el ingeniero estructural Dr. Luis Mora Farías, quienes colaboraron con varios artistas en la construcción de las esculturas que ellos diseñaban pero que “construir era cosa de ingenieros”. Parecía que todos interactuaban con todos. Stuart tenía una colección de insectos de su padre y una propia de mariposas y cuenta como “Julio Rosado del Valle iba a mi laboratorio a mirar insectos que luego dibujaba... y yo lo visitaba en su estudio en Río Piedras”.

Gracias a Arrarás también apareció presupuesto para adquisiciones de obras de arte, impensable hasta inmediatamente después, no digamos ahora. En casi todos los diez números de la revista que se publicó aparece al final una sección con las fotos identificadas de las nuevas adquisiciones. Se creó una colección envidiable de arte puertorriqueño e internacional. Pero no un museo para albergarla. No se hizo porque esa no era la idea.

Las adquisiciones no eran para hacer un museo sino para que las obras estuvieran al alcance de la vida diaria. Stuart Ramos recuerda que “la idea no era hacer un museo para las obras sino hacer del recinto un museo. Que tu fueras caminando por la facultad de ingeniería y en un pasillo te encontraras con un Rothko, que no fuera una cosa que tú tuvieras que ir a la iglesia, que fuera una cosa cotidiana, con la teoría que teníamos nosotros de que el arte es una emoción visual y que el muchacho que se acostumbra a ver eso todos los días que pasa a coger cálculo, a la larga le va a hacer falta y se va a comprar un cuadro. No es sólo buscar al estudiante para que vaya a coger humanidades porque como eso, el arte, es un lenguaje visual, pues que el estudiante estuviera sometido a ese lenguaje visual en su universidad diaria. Había obras en todos los edificios. La mayoría todavía está por ahí.”

Años más tarde, en 1993, Stuart Ramos pasa a ser rector. “Me ocupé de registrar todas las esculturas y ponerle número de propiedad y tasarlas y están en el registro de propiedad del Colegio. Una de ellas había perecido arrasada por una aplanadora durante la incumbencia de otro rector que no apreciaba el arte.” Mas con su optimismo y afán de hacer, dejó un amplio plan de desarrollo del recinto que incluía entre otros el MuSA (Museo de Arte y Senado Académico) y un Centro de Bellas Artes “mucho mejor que el de Santurce”. Bajo subsiguientes rectorados el primero fue construido pero el segundo no.

Stuart Ramos nos ha contado esta historia con plena conciencia de que fue protagonista junto a otros seres especiales de algo extraordinario. Muchos han muerto ya: Crespo, Babín, Nieto, Plaza, Rosado del Valle, Irizarry... Pero se probó que es cuestión de voluntad. La clave del éxito: la juventud con su capacidad para la renovación, la visión de conjugar lo nacional con lo internacional, la generosidad con los artistas, el trabajo multidisciplinario y en equipo... eso es estar a la vanguardia. Y un aviso de alerta de no confundir la autenticidad de este método tan fecundo de apoyar las artes con el peligroso concepto publicitario actual de industria cultural del cual se beneficia mucha gente menos los artistas.

“Lamentablemente, después vino la Edad Media”, concluye Stuart Ramos con un suspiro y un silencio. En obvia referencia a la administración que le sucedió. ¡Cómo no entregarse a la nostalgia! Pero no, no queremos nostalgia, queremos repetir la hazaña. Y volver a dejar que sean los jóvenes los que dirijan el presente.


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