Elmer González: mayagüezano sensorial

Elmer GonzálezPregúntele a Elmer González por su infancia y le hablará del olor a carbón quemao que dejaba el tren al pasar cerquita de su casa en el residencial Colombus Landing.

Quizás le cuente de la primera vez que escuchó al Combo de Rafael Cortijo en la estación WKJB o le describa los colores de la plaza de recreo mayagüezana un domingo en la mañana. Si le pregunta por sus años universitarios en el Colegio, le hablará entonces del olor a pan que inundaba las calles del pueblo y del rico pan con ajo de sus panaderías. Con el mismo deleite le dirá también que esos años colegiales aún tienen el sabor de la Sangría de Fido.

Elmer, quien nació en la Clínica Española un 13 de agosto de 1951, pasó sus primeros años en el Residencial Columbus Landing. “Todas las mañanas recuerdo que escuchaba el tren que iba a pasar y yo gritaba para que mi padre me sacara de la cuna y me llevara a una ventana para yo poder ver entonces el tren que pasaba botando aquella humareda negra…”, dijo González a mayaguezsabeamango.com. “El tren dejó de existir en la primera mitad de la década del 50 así que yo debo haber tenido como 2 o 3 años cuando eso ocurría.”

La mayor parte de su infancia mayagüezana la vivió en el barrio La Quinta, junto a sus padres Gabriel González Vivas y María Cruz Ramos, y sus dos hermanos. “Allí por la carretera que va a Balboa, a los seis años me bañé en las aguas puras del Río Yagüez donde cogí una vilarcia que casi me muero por una reacción que me dio.”

Elmer GonzálezEn esos años la radio y la televisión marcaron sus días. Su padre, Gabriel González Vivas, tenía un programa en la estación WKJB. Allí escuchaba a Mon Rivera, la orquesta Happy Hills y conoció por primera vez la voz de Ismael Rivera junto a Rafael Cortijo cuando “en 1956 ó 57 escuché aquello de ‘vengo de Borinquen cantando sin cesar, hay mujeres lindas música y gandinga’.”

Su familia fue la primera en todo el barrio en tener un televisor y su casa se convirtió en el salón de entretenimientos de la comunidad. Todos iban a disfrutar del “progreso”, pero Elmer temblaba cuando transmitían programas como Lassie, RinTinTin o Boston Blackie, pues pensaba que aquellos perros se saldrían de la pantalla para morderlo.

A los ocho años se fue por primera vez de Mayagüez. Comenzó así un ir y venir que continúa hasta el presente. Al principio se mantuvo en el oeste, pues su familia vivió en Las Marías y Aguadilla. El regreso a la casa de los abuelos fue siempre el vínculo con ese orgullo mayagüezano que aún hoy ostenta. De hecho, su abuelo el maestro González Valoy, era según Elmer “el músico del pueblo”, un violinista y contrabajista que daba clases, dirigía la unión de músicos y tocaba en la Orquesta Happy Hills.

Durante su adolescencia vivió en el “área metro”. Bayamón, Guaynabo y Puerto Nuevo le enseñaron el sabor de la calle. En tiempos de fiebre salsera Elmer González fue miembro fundador de la agrupación La Corporación Latina “donde me gustaba jugar a ser sonero, pero me di cuenta que no era lo suficientemente bueno para ser exitoso, así que decidí irme a estudiar y me matriculé en el Colegio.”

Elmer GonzálezEn el Colegio hizo un bachillerato en Administración de Empresas y tomó varios créditos en educación simplemente para compartir con su novia de entonces que estudiaba pedagogía. En esos años universitarios reconoció la ciudad con otros cascos, los del saber y los del sabor. Habla de la Universidad con la misma pasión con que habla del pan de la panadería Rikomini o de la sangría de Fido. Recuerda que él y sus amigos sobrevivían como “donantes ejemplares de sangre”, pues entonces los laboratorios pagaban unos quince dólares por pinta de sangre donada. Ellos diseñaron un sistema para burlar las restricciones de las clínicas que imponían un límite de donaciones y así se las inventaban en su vida de estudiantes.

Fue en esos años que conoció el trabajo radial “en una emisora pequeña WTPM, tu paraíso musical Aguada-Mayagüez. Allí hice de todo, esto fue tras salir de la Universidad. Noticias, ventas, administración…”

Se fue a Michigan y completó una maestría en Gerencia de Medios. Por allá mantuvo su interés en la radio y la música, combinación que se convertiría en su “hobby”. Allá hizo amistad con una joven colombiana de nombre Paulina Quintero. Al terminar estudios mantuvieron contacto a través de cartas y fue por este medio que formalizaron un noviazgo a distancia. “Un día me armé de valor, compré una botella de vodka, la llamé y le propuse matrimonio. Si me decía que no me la bebía llorando y si me decía que sí me le tomaba riendo… y me la tomé riendo.”

Se casaron en enero de 1987. Desde entonces Elmer y Paulina son inseparables. Para él, Bogotá es su segundo hogar y sus navidades tan sabrosas como las boricuas. Tienen 2 hijos juntos. Elmer tiene dos más de un matrimonio anterior.

A mediados de los años ochenta Elmer inició su carrera como profesor en la Universidad del Sagrado Corazón en Santurce. Lleva 26 años de labor ininterrumpida en esa institución donde ha sido varias veces Director o Director Interino del Departamento de Comunicación. A la vez, ha desarrollado su carrera como estudioso de la música afro antillana hasta convertirse en un referente obligado en cualquier investigación al respecto. Hace diez años es productor del programa Son del Caribe en Radio Universidad de Puerto Rico y hace siete que produce Son de Cuba para la misma estación. Allí desarrolló una relación de colaboración, amistad y aprendizaje con don Tite Curet Alonso. Por su peritaje en la música cubana es un visitante regular de la Antilla Mayor invitado por las instituciones culturales de la Isla.

Elmer GonzálezEste mayagüezano exiliado en Santurce; pasao por Bayamón, Puerto Nuevo, Guaynabo, Michigan, La Habana y Bogotá, reafirma ese orgullo que aprendió de su gente. Aunque hoy viaja muy poco al oeste de Puerto Rico, pues ya no le queda familia en el área, el pasado mes de junio se reunió con su clase graduanda del Colegio del año 1976. Sonríe al hablar de sus amigos y al recordar algunos símbolos de la Sultana del Oeste.

“El Colegio, Los Indios, la cervecería, la Clínica española, Mon Rivera, el Hospital Bella Vista… son símbolos de Mayagüez’, concluye. “Y claro, hay que hacerle espacio en esa lista a Fido con su sangría.”